Sangre

Caminas despacio, con paso decidido y seguro, pero despacio; el alba todavía está lejana. Avanzas unos pocos pasos más, y pronto te encuentras al filo del tejado de un rascacielos de Madrid. Ante los ojos de cualquiera, sólo eres un suicida. Ante los de cualquier humano... Lentamente, dejas que tu cuerpo se incline, para disfrutar de la caída libre. Caes y caes, y tras metros de caer, tus brazos de extienden como alas y comienzas a planear por las calles. Te posas sobre una farola que sobresale de un edificio, y esperas. A los cinco minutos, aparece lo que buscabas: un humano. Corres en vertical pared abajo, y te sorprendes cuando ves que es una hembra humana... Mejor, eso facilita las cosas. Te acercas a ella por la espalda, ella se gira, te ve, te mira a los ojos y... Os besáis con avidez. Vuestras lenguas se entrelazan en un juego apasionado, vuestros labios encontrándose continuamente, y entonces, dejas sus labios para comenzar a besar su cuello, y cuando, por fin, encuentras el momento, le clavas los colmillos en un veloz movimiento. Son unos colmillos especiales, unos colmillos hechos para perforar cuellos, unos colmillos de lo que eres, unos colmillos de vampiro... La sangre caliente sale a borbotones de esos dos agujeritos, se desliza por entre tus dientes, y tú la atrapas con la lengua, la saboreas, la bebes con ansia, disfrutas su salado gusto... Pronto tu hambre se ve saciada y dejas a la muchacha (no tendría más de veinte años) moribunda en el suelo. Alzas el vuelo, y te vuelves a encontrar como empezaste, al borde de un edificio, al borde de la azotea de una de las Torres Kio. A los ojos de cualquier humano, sólo eres un suicida con una katana en el cinto, pero esa sombra que se perfila en la torre de enfrente de ti no es humana... Es otro vampiro, el vampiro que juró matarte... Avanzáis volando el uno al otro, y vuestras katanas se juntan. Recuerdas con ironía los tiempos en los que una simple estaca le habría matado, pero los vampiros también evolucionan, y ahora solo morís al tacto del filo de una katana atravesando vuestro vientre. Pero eso no va a sucederte, no vas a permitirlo... De un golpe, lanzas su katana por los aires, y lo matas de una simple estocada. Ves su inerte cuerpo caer metros y metros hasta que estalla contra el suelo... Limpias con la lengua tu katana mientras las nubes descargan sobre la ciudad una gran lluvia... En fin, así es la vida, pura sangre...